uchos creyentes no tienen una clara comprensión de lo que verdaderamente es el tribunal de Cristo y lo que allí acontecerá. El Dr. Moore a través del siguiente escrito provee una clara explicación al respecto.
¿Qué es el Tribunal (béma) de Cristo?
Es el lugar donde ocurrirá nuestro último juicio. En el imperio grecoromano este tribunal fue una plataforma o silla donde el juez oía y decidía los casos legales. El Nuevo Testamento usa dos palabras para el tribunal. Una es kriterion (Stgo 2:6; I Co 6:2, 4) que significa la regla mediante la cual se juzgaba o el lugar donde se pronunciaba el juicio. De ahí la palabra "criterio" en el español. La segunda palabra en griego es bema, que se refería a una plataforma o podio donde el juez por sí solo subía mediante escalones y emitía las sentencias. Pero en tiempos romanos se usaba también como plataforma para dar mensajes a la muchedumbre, y para hacer anuncios al público. En el Nuevo Testamento se usaba para el tribunal de Pilato, Herodes, Galeón, Porcio Festo y César. También en el primer siglo se subía a ese tribunal en las competencias atléticas donde los ganadores recibían su corona y las encomendaciones del juez. Hay dos referencias al tribunal o béma celestial en el Nuevo Testamento (Ro 14:10 y 2 Co 5:10). Comparecemos delante de este tribunal para ser examinados y escuchar la decisión del Juez. Su decisión no tendrá que ver con nuestra culpabilidad o inocencia, pues ya fuimos justificados, o sea, declarados libres de culpa debido a la muerte de Cristo. Este tribunal no está para decidir si somos salvos o no, más bien es para determinar los méritos en nuestras vidas cristianas, si contendiéramos fielmente por la fe. En este tribunal el Juez nos juzgará y recompensará por nuestro servicio leal y fiel al Señor. Aquí únicamente los hijos de Dios aparecerán, pues es un juicio para el pueblo de Dios. Todos los versículos en el Nuevo Testamento que tienen que ver con el bema o las recompensas celestiales se relacionan con los creyentes nacidos de nuevo dentro de la iglesia.1 La palabra "iglesia" se refiere al pueblo de Dios que le sirve como discípulos de Jesucristo su Salvador y Señor, y forman una comunidad de fe que practica y enseña las doctrinas neotestamentarias. Los miembros de las iglesias son santos porque son creyentes en Cristo y seguidores de Él. La palabra iglesia no se refiere a un templo o edificio.
En 2 de Corintios 5:1-10 el "nosotros" se refiere únicamente al creyente, no al incrédulo, porque éste no tiene un edificio de parte de Dios (5:1 ), no tiene la garantía del Espíritu (5:5), no anda por fe (5:7), no tiene la confianza de ir a morar con el Señor al morir (5:8), y su anhelo no es serle agradable en esta vida (5:9). De manera que está claro que los que se presenten ante el tribunal de Cristo para ser juzgados son el pueblo de Dios. No está presente ningún incrédulo, y tampoco la humanidad en general (5; 10). Aquellos que han rechazado a Cristo serán juzgados también, pero en otro tribunal, el gran trono blanco (Apo 20:11-15), y serán juzgados "de acuerdo a sus obras."Habrá niveles de castigo en el infierno, al igual que existen diversas recompensas en el cielo. No obstante, todos los juzgados ante el gran trono blanco serán condenados al lago de fuego. Toda persona cuyo nombre no aparece en el libro de la vida será lanzada al lago de fuego para siempre. Es muy diferente la escena ante el tribunal de Cristo, lo cual es la antesala a las bendiciones de Dios para siempre y las recompensas en el cielo.
¿Quién será el Juez?
Tendría que ser Dios porque sería justo y correcto en todo juicio, pero a la vez habrá compasión, empatía y comprensión. Eso sugiere que el Juez perfecto sería tanto Dios como hombre. Jesucristo, por lo tanto, como el perfecto Dios-hombre puede juzgar con justicia y santidad. El Señor Jesús fue Dios en la carne, y hará juicios honestos y santos al entregar las recompensas porque la esencia de Dios es la honestidad y la santidad (Jn 14:6; Heb 7:26). A la vez, como hombre, conoce a los hombres (Jn 2:24-25) y, como ser humano, fue tentado en todas las áreas como nosotros, sin cometer pecado alguno (Heb 4:15). Se compadece de nosotros y comprende los obstáculos en nuestro esfuerzo por complacer a Dios. De hecho, el nombre mismo de este tribunal, el ''tribunal de Cristo" hace claro quien será el juez. De las dos referencias bíblicas al tribunal de Cristo, la primera (Ro 14:10) es más literalmente traducida como "el tribunal de Dios," aunque algunos manuscritos antiguos dicen"de Cristo." Comoquiera se aplica sin problema a Jesucristo. Pero Pablo especifica el ''tribunal de Cristo"en 2 Corintios 5:10. De esa manera señala a Cristo como el Juez que determina si nuestras obras son buenas o malas, en parte debido a los motivos que nos han llevado hacer la obra. El motivo correcto es el amor a Dios, basándose en lo que sabemos y sentimos.
En adición, aparecen otras referencias bíblicas a Jesús como el Juez. Toda la autoridad en el cielo y en la tierra devuelta a Cristo abarca la potestad de juzgar a toda persona que haya vivido en la tierra (Mt 28:18; Mt 25:1-13). Y por supuesto, será un Juez justo (Gn 18:25). Pablo reconoció que un Juez justo le daría su recompensa de una corona de justicia (2 Ti 4:8), y Pedro identificó a Jesús como el designado por Dios para ser "el Juez de los vivos y de los muertos" (Hch 10:42). Hoy Cristo es nuestro Abogado, pero en el futuro será nuestro Juez. Cabe señalar que, según Pablo, un día Dios nombrará a un hombre para juzgar al mundo con justicia (Hch 17:31 ). Sabemos que el único hombre calificado para hacerlo es Jesucristo. Además, Jesús dijo expresamente que el Padre no juzga a nadie porque todo juicio fue entregado a su unigénito Hijo (Jn 5:22).
¿Cuándo se llevará a cabo el tribunal de Cristo?
La Biblia no especifica con exactitud cuándo, pero es probable que sea cuando el tiempo ceda a la eternidad. Según Hebreos 9:27, viene el juicio después de nuestra muerte. Más allá de eso, es mejor dejarlo en las manos de nuestro Dios soberano.
Pero impresiona mucho el número de referencias neotestamentarias que indican que las recompensas no serán repartidas hasta el regreso del Señor. Se habla de "aquel día" como referencia al día glorioso cuando Cristo nos reúne a todos en sus brazos. Pablo dice que cuando el Señor vuelva, entonces tendrá cada uno la encomienda o "alabanza de parte de Dios" (1 Co 4:5), y eso también lo incluye a él, quien recibirá la corona de justicia del Juez justo en ese día (2 Ti 4:8). También Juan cita a Jesús afirmando que cuando venga pronto, traerá "mi recompensa conmigo, para pagar a cada uno según sean sus obras" (Apo 22:12). Evidentemente, todavía no tenemos nuestras recompensas y no las recibiremos en el momento de nuestra muerte, pero cuando seamos juzgados en el tribunal de Cristo, seguramente las recibiremos.
Este énfasis en el futuro aparece en más pasajes: "Después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos" (Mt 25:19); ''te será recompensado en la resurrección de los justos" (Lu 14:14 ); "Así yo podré gloriarme en el, día de Cristo de que no he corrido ni he trabajado en ' vano" (Fil 2:16); "¿Cuál es nuestra esperanza, gozo o corona de orgullo delante del Señor Jesucristo en su venida? ¿Acaso no lo sois vosotros?" (1 Te 2:19); "Y al aparecer el Príncipe de los pastores, recibiréis la inmarchitable corona de gloria" (l Pe 5:4); "Ahora, hijitos, permaneced en él para que, cuando aparezca, tengamos confianza y no nos avergoncemos delante de él, en su venida" (1 Jn 2:28). Todo esto nos da a entender que todavía estamos esperando el día del tribunal celestial cuando nuestro Juez evaluará nuestras obras y vidas. Ya pasó el juicio por nuestros pecados, pero el juicio por nuestro servicio queda por delante.
¿Cuál es el propósito del tribunal celestial de Cristo?
El propósito de este tribunal no es nuestra condenación. Más bien, el Juez justo verá más allá de todas las cosas que hemos hecho en su nombre para discernir las que tienen valor y las que no lo tienen, en algunos casos, debido a nuestras actitudes cuando las hicimos. Él podrá distinguir las obras que hacemos con motivos puros y las que no. Las con motivos inapropiados perecerán o se quemarán. Discernirá la calidad de nuestra obra y se nos revelará. Pablo expresó preocupación por estas cosas al decir, "pongo mi cuerpo bajo disciplina y lo hago obedecer; no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo venga a ser descalificado" (1 Co 9:27). No estaba preocupado por la pérdida de su salvación. No, estaba preocupado por si su servicio para el Señor, sería encontrado sin valor. ''Descalificar" lleva la idea de ser desechado, lo cual indica que sería puesto bajo prueba para descubrir la evidencia que iba a perdura. No quería ser rechazado o desaprobado. Pablo no quería que sus labores do o desaprobado. Pablo no quería que sus labores fueran en vano y rechazadas en el tribunal de Cristo. Por eso sujetaba su cuerpo y no trabajaba sólo en su propia fuerza o por ganancia propia. Así también nosotros debemos siempre, complacer a Cristo en vez de a los hombres.
De manera que el bema revela y evidencia la presencia de la salvación en nuestras vidas. En vez de identificar a quienes se salvan, demuestra que somos seguidores de Cristo y, demuestra mediante las recompensas, la medida de nuestro servicio para el Señor. Este es el tribunal supremo que declara públicamente que somos un pueblo de fe en Cristo, y que nuestra fe está probada por nuestras obras (Stgo 2:18). También una segunda función principal es que el bema determina la calidad de nuestro servicio. Cada uno de nosotros seremos evaluados y Cristo determinará la calidad de nuestro trabajo (1 Co 3:13). Determinará si tiene la calidad de oro, plata o piedras preciosas, o si resulta ser de menos valor; como de madera, paja y hojarasca. Algunas preguntas pertinentes son: ¿permití al Espíritu Santo obrar por mí u obré solamente para hacer todo lo que pude? Obrar en la carne no vale nada (Jn 6:63). Sólo cuando somos llenos del Espíritu (Ef 5: 18), la calidad de nuestra obra adquiere buena calidad (comp. Zach 4:6). ¿Es el fruto de mi trabajo el del Espíritu o es solamente fruto personal que me satisface a mí? "El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, control propio" (Gá 5:22-23). Cuando Jesús dijo,"Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7:20), no quería decir que tendríamos felicidad y sentido de cumplimiento personal, sino que otros se beneficiarían de la calidad del servicio nuestro. ¿Estoy obrando por el Señor con la misma intensidad que le llevó a él a la cruz por mí? ¿Lo hacemos con toda nuestra fuerza (Ecl 9:10)? El Nuevo Testamento lo comunica con más claridad: "todo lo que hagáis, hacedlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres" (Col 3:23). Además, el tribunal determinará las recompensas distintivas que recibiremos. Tanto Jesús como Pablo enseñaron que quienes obedecieran a Cristo recibirían diferentes recompensas conforme a la profundidad de la fe expresada en las obras amorosas de servicio. Eso lo señaló Pablo cuando dijo,"El que planta y el que riega son una misma cosa, pero cada uno recibirá su recompensa conforme a su propia labor" (1 Co 3:8; compara Ef 6:8). Una variedad de oficios (Ef 4: 11-12), y una diversidad de dones (1 Co 12:4) en la obra del ministerio necesitan también una variedad de recompensas a los que fielmente ejercen estos oficios y dones.2 Será Cristo, la cabeza de la iglesia, quien determinará estas recompensas. El tribunal también determina el nivel de recompensas que recibimos. La parábola de las diez minas comunica bien esa idea de la ida de Cristo y su regreso, cuando habrá juicio y distribución de premios conforme a la obra de cada cual (Lu 19: 12-27).
¿Es posible perder algunas recompensas?
Pablo entendió que habrá pérdida de recompensas cuando dijo,"Si permanece la obra que alguien ha edificado sobre el fundamento, él recibirá recompensa. Si la obra de alguien es quemada, él sufrirá pérdida; aunque él mismo será salvo, pero apenas, como por fuego" (1 Co 3: 14-15). Nuestro Dios justo nos premiará por algunas obras, pero no por las que son indignas o inaceptables. Las de madera, heno u hojarasca serán quemadas. También el apóstol Juan reconoció que no todos los redimidos laboraron en el amor sino en odio hacia sus hermanos; por eso no andaban del todo en la luz, el amor y la pureza (1 Jn 2:8-11). Dijo, "Ahora, hijitos, permaneced en él para que, cuando aparezca, tengamos confianza y no nos avergoncemos delante de él, en su venida" (1 Jn 2:28). Permanecer quiere decir estar en compañerismo con Cristo, en Cristo y vivir por Él, dependiendo de Él para nuestra salvación y la fuerza espiritual. La base de las recompensas depende de que sigamos viviendo una vida de dependencia de Él. Así si permanecemos en Él, podemos tener confianza y comparecer confiados ante el Juez en ese día, cuando recibiremos nuestra recompensa. En su segunda carta, Juan usa un lenguaje fuerte cuando dice, "Mirad por vosotros mismos para que no perdáis las cosas en que hemos trabajado, sino que recibáis abundante recompensa" (2 Jn 8). Aconseja que tengamos cuidado de que no anulemos las obras ya hechas, pues en tal caso no conllevarán recompensa. En el libro de Apocalipsis, Jesús dijo algo parecido a la iglesia de Filadelfia, "Yo vengo pronto. Retén lo que tienes para que nadie tome tu corona" (Apo 3:11 ). Como creyentes debemos conservar bien nuestra labor y no permitir que nuestra corona esté en peligro de ser tomada por otro. Aparecen ejemplos de eso en la Biblia, cuando otros más fieles recibieron lo que otros tenían: Matías reemplazó a Judas Iscariote (Hch l:26); los judíos, el pueblo escogido de Dios en el Antiguo Testamento, se vieron reemplazados por otro, los cristianos gentiles, "linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido" para anunciar las virtudes de Cristo ( 1 Pe 2:9-10) porque ellos rechazaron al Mesías (Lu 20:16; Mt 21 :41; Mar 12:9; Ro 11:11-24). De la misma manera si no llevamos a cabo la voluntad de Cristo podemos perder recompensas.
Por supuesto, esta pérdida no quiere decir que perderemos nuestra salvación en Cristo Jesús, porque Pablo en 1 Corintios 3:15 hace claro que sufriremos pérdida, "aunque él mismo será salvo, pero apenas, como por fuego." Un cristiano no pierde la vida eterna (Ro 8:35-39). La expresión "como por fuego" quiere decir como si uno pasara por fuego. Esto nos consuela, porque sólo perderemos recompensas. Seguiremos siendo "herederos de Dios y coherederos con Cristo" (Ro 8:17). Puesto que Dios nos dio un nuevo nacimiento espiritual "para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos; para una herencia incorruptible, incontaminable e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros" (1 Pe 1:3-4). Nada ni nadie nos quitará esa herencia.
Asistente de edición Albert Cuadrado para propósitos de ser incluido en este blog.